FAMILIA CON RECURSOS FORMATIVOS



FAMILIA CON RECURSOS FORMATIVOS

“Con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar alto. Leí esta frase por primera vez hace muchísimos años y decidí colocarla junto con sabios “refranes” heredados de abuelos y padres que sirven de faro para educar. Los hijos alguna vez podrían preguntar qué es eso de aparejado, que es un aparejo; se comprendería la pregunta porque el término es más bien de antiguo uso en el campo o en la marina, no tan a la mano en la mentalidad citadina. Se les explicaría que se trata de instrumentos diseñados para hacer útiles la fuerza de los vientos sobre las velas de ciertos buques o aprovechar la fuerza de los animales de carga.


El ser humano es un ser de mucha fuerza y de inmenso potencial, de manera que hay que aparejarlo adecuadamente para que sea útil a sí mismo y sea útil a los demás; de lo contrario sus fuerza y nobleza no tendrán cómo dirigirse con fortuna, se perderán preciosas oportunidades de acrecentarse como persona; porque personas somos desde que nos conciben, pero las personas son un camino, una misión con un destino, un labrar hacia sí para los demás. Por ello resulta necesario a cada uno de los componen la familia contar con unos objetivos bien definidos, a veces plasmados en frases dignas de recordar. Podríamos de esta manera evitar lo que sucede en algunas familias que van simplemente a donde les lleve el viento que más sople, como el de las modas o el influjo de motivadores resonantes en las redes; por supuesto, no saben navegar aprovechando los vientos para llegar al puerto que deberían haber definido. Es más, pareciera que les parece deseable llegar a cualquier puerto, no importa cuál, donde se encuentre complacencia a la pereza, apetitos y caprichos.


Buenos aparejos son la veracidad, la puntualidad y la generosidad, a los que he llamado Principios Ejecutivos, confiables instrumentos con los que actuar. Con la veracidad mantenemos apropiado enfoque para nosotros y la familia, andamos nuestro camino con confianza aunque a veces quizá con temores, no en cuanto a que ese pudiera no ser el camino, sino en si tendremos fuerza para acometerlo. Con la puntualidad aportamos oportunamente lo que conviene a cada caso, de manera que el puerto se mantiene a la vista. Con la generosidad asumiremos compromiso para meter el hombro a los otros y comprender sus perspectivas y, aunque no las compartamos, estaremos con ellos para descubrir la luz de la verdad. De los tres, la veracidad tiene como premio un maravilloso y vital don: la libertad. Utilizar estos tres instrumentos en la personal búsqueda de los objetivos educativos nos animará constantemente a seguir porque nos sentiremos seguros por muy arduo que parezca el esfuerzo. Si enseñásemos a nuestros hijos a actuar conforme a ellos, les estaremos capacitando para ser dignos de confianza y realizadores de emprendimientos humanizadores en todo sentido.


Vamos a centrarnos hoy en el principio ejecutivo de la Veracidad. Conocernos tal como somos y conocer las cosas tal como son, eso es la verdad. Por cierto, muchos padres no saben que el objeto de la inteligencia es buscar y hacer evidente la verdad, todo lo demás que digamos de la inteligencia está en función de esto. Decimos, bueno, con la inteligencia resolvemos problemas y desarrollamos elementos útiles; ciertamente, son usos de la inteligencia en función de su fin. Pero la verdad penetra ámbitos mucho más excelentes que el solo resolver problemas o inventar cosas; me refiero, por ejemplo, a preguntarnos si estamos colaborando en generar un ambiente de confianza entre las gentes, entre los esposos, entre estos y los hijos. Es algo que todos queremos como todos queremos fidelidad. Lamentablemente nos encontramos en épocas donde actuar con apego a la verdad a muchos les parece superfluo, difícil y hasta inconveniente. Por eso mentimos y aceptamos mentiras o nos cuesta prestar tiempo a descubrir la verdad, aunque en el fondo siempre la queremos porque necesitamos paz y sin la verdad sentimos que no se logra. Por eso nada más doloroso que caer en cuenta de que tenemos hijos débiles, mentirosos, borrosa muestra de persona que nos entristece por la zozobra en que viven. Triste sería también que en una familia se escuche decir “bueno, esa es mi verdad”, como si la verdad fuera de alguien o fuera manipulable. Expresarse en esos términos no indica más que pereza o temor para estar en la verdad. Creo que se miente por temor, por el qué dirán, por escalar posiciones, por desidia; preguntémonos, por qué mienten nuestros hijos, por qué mentimos nosotros. Puedo asegurar que no habrá mayor aporte a la fortaleza del hogar, de los hijos, que hacer y enseñar a hacer examen de conciencia todos los días. Alguna vez le dedicaré a escribir sobre este gran bien.


Importante asunto en la familia, bueno, en todos los ámbitos, es entender que la verdad y la justicia van de la mano. Cuánto nos interesa que todos sean justos con nosotros. La verdad tiene todo que ver con la justicia, vivir esta virtud que tanto solicitamos es sinónimo de madurez y al margen de ella todo es desvío. Ser justo es dar a cada quien lo que le corresponde, adecuado y resumido concepto de justicia, concepto que se remite a saber qué es lo que le corresponde a quién; y allí es precisamente donde entra en juego la verdad. Si estamos atentos en dar a cada quien lo suyo, especialmente aquello que está más allá de lo material, entonces nos sentiremos verdaderamente libres de cualquier indeseable atadura emocional, moral, y material. Por eso, cuando un hijo pequeño, o grande, nos muestra algo “que se encontró en el colegio” le preguntamos ¿y sabes de quién es eso?. Independientemente de la respuesta que nos dé, sabemos que hay una verdad esperando para liberar: “sólo sé que mío no es”. Entonces debería venir otra pregunta generadora, formadora en la verdad ¿y entonces, qué piensas hacer con eso? Esperamos que se atreva a decirnos “voy a devolverlo” y que nos comunique alguna audaz estrategia que le permita hacer llegar ese bien a su propietario; y si no le conoce, que se decida a utilizar vías sensatas para devolverlo, como entregarlo a su Coordinador o Profesor, e incluso al Director. Estos sabrán qué hacer con dicho objeto y nuestro hijo tendrá paz. Por eso quizá decía Mark Twain “Si dices la verdad, nada tendrás que recordar”. 


En cuanto a la verdad, es bueno analizar qué es lo que estamos dando a los hijos en educación y en bienes materiales; y cuánto de ello. Tengamos en cuenta que de lo material y de diversión conviene darles lo necesario solamente, aún contando con buena finanza y, si contamos con poco, busquemos como darles lo necesario solamente, por supuesto, en cuanto nos sea posible, y darles no más de eso. En ambos casos algún esfuerzo está de por medio de parte de los padres, como en las carreras de automóviles, dónde algunos tienen que frenar y otros que acelerar, y ambas acciones deben hacerse oportunamente si queremos mantener buen chance de éxito. Me preocupa tantos niños rodeados de tantas cosas que utilizan muy superficialmente, cosas que realmente terminan por no interesarles, lo que podría llevarles a no saber congeniar con el uso moderado de los bienes; pero nosotros se las damos sin analizar la verdad de los efectos en su formación, en su carácter. 


Mucho se escucha decir a los padres que les preocupa el carácter de los hijos. Carácter, esa huella que nos identifica, por la que se nos conoce, de manera que tiene sentido la preocupación de los padres por la formación del carácter de los hijos. Ahora bien, se nos pasa por alto que sin verdad no hay carácter: eduquemos a los hijos en vivir y amar la verdad, facilitemos formas para que quieran descubrir la verdad y emparejarse con ella porque es el camino más recto hacia la formación del carácter. Ese es el camino que queremos recorran nuestros hijos porque los queremos hombres y mujeres de una pieza, y es así aunque nos preocupe estar viviendo en un mundo donde parece que el éxito solamente lo alcanzan aquellos modelados como se modela lo blando, a veces creemos que no vale la pena modelar como se hace con el mármol, cómo lo hacía el gran Miguel Ángel, y dejamos de lado que nuestros hijos son como de mármol, no como la gelatina. Su carácter forjado con base en la verdad los hará felices por confiables. Por cierto que arreglando su cama todos los días se forman buen carácter, y esto aunque se cuente con ayuda doméstica porque lo que nos interesa es la formación de su carácter, más que simplemente ver una cama arreglada. 


Resulta muy importante que los hijos noten con toda claridad que en casa la verdad va por delante, que es cosa que no se negocia, si es que en la familia pudiera negociarse algo, pero bien, está de moda la expresión. Pero atención, que los padres no podemos negociar nada, reconocemos o cedemos, que es otra cosa. En fin, la persona es algo portentoso y nuestros hijos son persona, de manera que esperan les demos oportunidades para mostrarse tal cual con evidente orgullo. Ojalá pudiéramos decirle a un hijo, admirados de su inmensa dignidad, esta fantasía: “me encanta ese perro tuyo por lo hermoso que es y por todos los títulos de campeón que tiene, pero por lo que más me encanta es porque luego te miro y recapacito en que es poca cosa a tu lado; tu eres inteligente, veraz, libre, bueno. Me gusta cómo le cuidas y disfrutas de tenerle, pero me admira que él nunca podría hacerse cargo de tí”. Tratemos de crear admiración al ver a nuestros semejantes, en especial cuando miramos al cónyuge y a los hijos, caigamos en cuenta de que son imagen y semejanza de Dios, esta es la verdad central para tratarlos con dignidad. Pero antes debemos ser veraces: “Dijo entonces Jesús… y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Toda verdad tiene dos realidades a las que atenerse, una, Dios nos creó y nos ama; la otra, fuimos creados para el amor, para hacer el bien. Qué dicha, nuestros hijos serán libres y podrán volar alto y lejos desde un alegre nido. 



ANGEL MONTIEL CRISTALINO


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