FAMILIA - AMISTAD II ¿ES MI HIJO BUEN AMIGO?
Sí, el título nos lleva de nuevo a aquella idea según la cual, pudiendo los padres hacer algo para que los compañeros de los hijos sean buenos amigos, lo que realmente tienen obligación de trabajar es la crianza de sus hijos para que puedan llegar a ser buenos amigos; hijos en los que aquellos compañeros puedan confiar. Esta es la que llamo familia perfecta, la que se actualiza permanentemente por amor. Pero insisto en atenernos a la noción de perfección para que no nos confundamos, es decir, si algo ha de actualizarse es porque carece de perfección.
Hablar de amistad, como se ha dicho, es en principio que los amigos quieran el bien recíproco, lo que en su núcleo exige hablar de confianza. El amigo confía en que el otro quiere su bien y que lo procura perennemente. Esto es diferente al caso del médico, cuya deseo de bien respecto al paciente es hasta que se cure. Lo dicho para la amistad se nota primeramente en la familia, donde ese intercambio de bien se da entre los esposos, de los padres respecto a los hijos y de estos en relación con sus padres. Es decir, en la familia se tiene la primera escuela de amistad aunque con base en el amor filial, o sea, hay un matiz de amistad en la realidad familiar. La semilla de la amistad allí se siembra porque todos tienen confianza en ser queridos tal como se les conoce, incluso con sus defectos; y tal relación recíproca no es pasiva sino activa, de manera que es un caminar juntos con el fin de ayudarse a ir al bien de cada uno.
La amistad no nace espontáneamente, este es un concepto en el que hay que educar a los hijos para que de alguna manera prenda en ellos la iniciativa que está atenta del otro. Como no es espontánea, muy por el contrario, para la amistad hay que buscar, encontrar y querer ser amigo de alguien, ojalá de muchos, aunque de uno en uno. Pero se asienta la amistad en la educación familiar, en la formación del carácter; se logra cuando se educa en la generosidad que lleva a meter el hombro al hermano que lo necesita, sin esperar nada a cambio. También al educar en el orden, que se alínea con la amistad si crea el deseo de que las cosas aporten a los demás el disfrute de lo arreglado, dada la sensación de armonía que el orden brinda. Pero el ejemplo de los padres es camino imprescindible para educar en la amistad.
Crece la confianza cuando los padres intentan vivir con buenos criterios, esos que recomiendan personas buenas, sabias; así se quiere tener claro qué es la persona, la libertad, la verdad y que por ello se luchará para alimentar actitudes sensatas, mejorables y de apoyo. Se cuida la confianza cuando sin prejuicios se atienden las diferencias respetando la la personalidad de cada uno, dado que se pone empeñó en formar hijos seguros de sí mismos para que puedan darse. Se consolida la confianza cuando se da tiempo para rectificar y mejorar porque se sabe que no son condiciones que se adquieran de inmediato. En estos hogares no se enjuician las acciones sin haber comprendido cómo es que se han producido, ni se etiqueta a las personas. Los padres prudentes, para llamar la atención antes habrán meditado y, si es preciso, consultado, porque ante el inexperto y confundido hijo tendrán firmeza suavizada con paciencia y comprensión, nunca con atropello. Los hijos tendrán confianza en que en casa siempre se ha permitido manejar opciones, excepto en ocasiones de discrepancia moral pero, aun en este caso, se dará tiempo pedagógico para la mejora, para llegar al ser. Confianza que se genera cuando los hijos observan, y siempre observan, cómo se tratan los padres, con finura, con respeto en oculta heroicidad que da a los hijos la posibilidad de respirar ese aire de fidelidad que tan vital es. Padres que se piden perdón oportunamente y desde lo profundo del alma, no un perdón de simple trámite.
Quiero hacer notar una cierta tendencia actual que lleva a instruir para vivir la plena comodidad y evitar cualquier contrariedad como algo que necesariamente entorpece de éxito. Hijos cuya única responsabilidad parece ser estudiar, ninguna otra. Y no se diga del empeño en evitar a los hijos encontrarse ante cualquier expresión de dolor o fracaso, como la imagen de un abuelo con cáncer terminal o maquillar hasta lo cuestionable una difícil situación económica familiar. Si ésta fuera la realidad, los padres deberíamos buscar maneras de que el hijo sepa asimilar tales situaciones con dignidad y esperanza. También he visto padres reclamando que tal profesor es un tirano cuando sólo es exigente, cosa muy conveniente a los hijos pero que la desviada actitud de los padres les confunde. Estas conductas juegan en contra de una madura actitud en favor de la amistad, porque la amistad no es precisamente cómoda aunque sí alegre, sino que requiere de natural esfuerzo porque se centra en el bien y alcanzar el bien es arduo, al menos no es fácil.
Que buena tierra será la de hijos con padres que han creado ambiente de confianza, fértiles para la verdadera amistad porque habrán visto que vale la pena. Dios estará contento, porque siendo ÉL Confianza, espera de nosotros lo que corresponde a quiénes son su imagen y semejanza. Ninguna otra cosa hará a los hijos más sólidos y felices que saber generar una verdadera amistad, lo que comenzaron a acrisolar con sus padres; esto les dispondrá a la amistad que realmente libera, la amistad con Cristo. Por otro lado, estos serán hijos que saben comprender a todos porque son muy objetivos y no se confunden, no aceptarán propuestas ni ideologías que degradan. Qué premio para estos padres.
ÁNGEL MONTIEL CRISTALINO
08 de julio de 2020

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