FAMILIA - LA EDUCACIÓN EN LA AMISTAD I
LA EDUCACIÓN EN LA AMISTAD I
Dentro de la educación de todas las virtudes he estado muy atento a una con el propósito de que mis hijos y alumnos la desarrollaran muy sólidamente, me refiero a la virtud de la amistad. Estoy convencido que bien entendida y cimentada, la amistad traerá consigo todas las otras. Esta virtud no será poca cosa cuando Jesús anuncia a sus discípulos que desde cierto momento, ahora les llama amigos, dejando ver que se ha llegado a una dimensión de relación que le complace plenamente; y no porque hubiesen ellos alcanzado perfección, al contrario, sino porque ahora podía confiar en ellos. Por otro lado, C. S. Lewis habla de la amistad como amor. En este autor resulta clave detallar que tres de los amores descritos, incluida la amistad, deben remitirse a un cuarto amor, al de Dios, a la caridad, para poder caminar hacia la perfección.
El tema de la amistad
De los cinco objetivos educativos nombrados en anterior artículo, anuncié que uno era educar en la amistad. A este aspecto de la educación familiar quiero referirme hoy en particular. Quiero darle relevancia y especificidad como objetivo educativo porque es condición humana el tener amigos y crecer en la amistad y porque, siendo de tal magnitud, resulta lamentable que su significado y vivencia se encuentre muy disuelto. Muchos la viven como una pálida realidad de la que es una verdadera amistad, por lo tanto no les nutre y ni acrecienta.
Creo que los padres no estamos atendiendo el tema de la educación en la amistad en los hijos con el empeño que se requiere en estas épocas; aunque debo aceptar que educar en la amistad parece que es una disciplina que nunca ha sido atendida directa y específicamente, como sí lo ha sido, por ejemplo, la responsabilidad y el orden; al parecer más bien ha sido un anhelo y solamente eso, como que es una virtud que se obtiene por añadidura, y esto por dos razones. Una de ellas es que pensamos que la amistad es tan natural, y lo es, que llegará con sólo dejar pasar el tiempo y además que llegará en la dimensión más adecuada. La otra razón es que en muchos casos desconocemos un concepto que defina adecuadamente la amistad, que ilustre sobre su magnífica dimensión. Dadas estas razones, no se puede asumir fácilmente que algo debe hacerse para que la amistad llegue y lo haga en función de su verdadera categoría, la que realmente dignifica a la persona con su práctica. Creo que la reductora recomendación que corre por allí, según la cual “cuidado, amigos muy pocos”, tiene raíces en estas razones. Atenderé esto en otro escrito.
Primero lo primero en la amistad
Hablar sobre la educación en la amistad no es primera vez que lo hago. Desde hace muchos años vengo diciendo que los padres debemos ocuparnos en hacer de los hijos buenos amigos; es más, he dicho que aquella tradicional pregunta hecha a los hijos indagando por sus amigos, cuéntame, que tal son tus amigos!!! sigue resultando bueno hacerla, viene de la preocupación por la compañía con la que andan los hijos; pero que hay que llegar más lejos para aplomar adecuadamente la amistad, en realidad la pregunta fundamental que debemos hacer los padres al hijo es, dime, qué tan buen amigo eres tú. Se comprende la importancia de ésta pregunta cuando nos percatamos de que es sobre nuestros hijos sobre quiénes podemos ejercer acción educativa para crear la virtud de la amistad, la que, confiemos, se esparcirá positivamente a sus allegados. En efecto, es una virtud, lo que quiere decir que requiere de entendimiento y práctica para desarrollarse en función de su propósito. Además, con la segunda pregunta, a los hijos se les da oportunidad de poder contestar a la primera pregunta, a la tradicional, con nobles resultados.
Entonces, qué es la amistad
Aquí vamos a entender la amistad como aquella relación respecto a la que uno puede decir “nosotros somos amigos-amigos”, o “la verdad es que ellos son amigos-amigos”, o sea, amigos de verdad. Es la amistad una relación entre dos o más personas que comparten algunos intereses comunes, se quiere hacer permanente y se empeña en que el amigo o los amigos alcancen felicidad. El estado de felicidad es el fin que todos pretendemos porque lo necesita nuestro ser y señala el sentido de la vida, con todo y sus ratos de amargura, ratos que los amigos también comparten y en la cual están presentes de alguna manera para hacerla la amargura más llevadera. El amigo quiere el bien del amigo, quizá por eso Cicerón llegó a decir “La amistad sólo se da entre los buenos”.
Vemos en esta conceptualización de la amistad una diferencia notable con el compañerismo, este puede aspirar al bien de quien le acompaña pero muy enmarcado en los intereses personales y el compañero sólo tienen que estar con quien le acompaña hasta que llegue el fin del encargo o responsabilidad. En cambio, una verdadera amistad se quiere para siempre y en todas las circunstancias. Por esto he dicho recurrentemente a grupos de alumnos, ustedes tienen la obligación de ser buenos compañeros, eso se lo podemos exigir, pero no tienen por qué ser amigos, eso lo deciden ustedes. En el fondo de esta afirmación, y con los debidos intentos formativos, lo que he buscado siempre es que miren la amistad como un estado superior, el de más arriba, al que se accede porque se quiere alcanzar con algunos en particular, ojalá fueran muchos, que requiere de crear afán en conseguirlo y atender con finura para desarrollarlo; en fin, una virtud. Insisto, la amistad de la que hablo no es algo que se presente aleatoriamente y sin esfuerzo alguno.
Por otro lado, tengamos los padres muy en cuenta una cosa muy importante para educar en la amistad, y es que su realización e influjo no se queda entre los amigos solamente, de muchas maneras “La amistad tiene, además, un inestimable valor social, pues contribuye a la armonía entre los miembros de las familias y a la creación de ambientes sociales más dignos de la persona humana”
En oposición a lo dicho antes, ahora se llama amistad a cualquier tipo de relación que se tiña de algún nivel de complacencia, de un simple pasarla bien o recibir favores en determinado momento, o también de participar en determinadas ideologías. A esto se ha reducido la amistad o, mejor dicho, en esto se ha trastocado la amistad. Nuestros hijos deben estar formados de tal manera que la confusión no prive en ellos, porque si algo necesita la amistad es claridad, luz para llegar juntos a un fin bueno, deben tener carácter para la amistad. Por eso “La amistad es un tesoro por descubrir”.
Condiciones para poder desarrollar la amistad
Tengamos presente que, siendo la amistad una virtud, se presenta necesariamente en armonía con otras virtudes, no por sí sola, porque ninguna virtud madura aislada de las demás. Entonces, en cuanto a la amistad debemos educar hijos para que sean leales, serviciales, generosos, con sentido de entrega y autónomos para que tengan posibilidad de ser buenos amigos y ayudar a los demás a serlo, esto significa que se hayan educado un buen carácter, el cual no es simple y débil afabilidad o acomodación, sino rectitud, comprensión y misericordia. Cómo que autónomos, me han preguntado algunos; sí, en efecto, los mejores amigos lo son no por carencias personales sino por bondad. Se comprende perfectamente cuando se dice que la amistad es desinteresada, se está de acuerdo en ello, pero si admitimos también que la amistad tiene supremo interés en el bien del amigo, en su ventura, podríamos decir que no es totalmente desinteresada.
En cuanto a los padres, son vitales sus condiciones personales y sus actitudes para la educación en la amistad. Comprendamos que su ejemplo en la afectuosa, paciente y firme conducción de la familia, así como la calidad de su receptividad a las inquietudes de los hijos, su comprensión y apoyo en sus derrotas, tanto como la clara intensión de conocer sus defectos para amarlos con ellos y no a pesar de ellos; es muy importante para que se siembre la semilla de la amistad en los hijos. Conviene que los padres queramos a los hijos con muchos amigos, que les permitamos apreciar el abrir las puertas de nuestra casa a sus amigos y que lo hacemos con prudencia pero sin temor, también es importante. Una digresión, qué será la prudencia. Que nunca nos vean hablando mal de nadie, a menos que responsablemente lo hagamos en legítimo beneficio de quién nos escucha, y que nos vean respetando pareceres en asuntos opinables, les servirá para crear ese carácter del que hablamos que es propio del buen amigo. Sin duda deben vernos defendiendo también con respeto, pero sin dudas, temas de contenido moral, que no son de características opinables so pena de perder su propia capacidad iluminadora que para todos tienen, y defenderlos con buenos argumentos. Por eso los padres debemos ser estudiosos de estos temas, eligiendo maestros que nos lleven por los caminos de la verdad, lo que también deben ver los hijos. Que los hijos puedan confiar en sus padres como para abrir su corazón a ellos les llevará a tener confianza con los amigos y estos tendrán confianza porque observan sólidos criterios humanos, así los amigos les abrirán su corazón. Entonces estaremos en verdadera amistad. Los que tenemos algún amigo de este nivel, y yo lo tengo, de verdad mantenemos el anhelo de que, siendo así, ojalá fueran muchos más. Pero los amigos no llegarán a este nivel si no comprendemos que son, y somos, amigos en formación, en progreso.
Si me preguntaran qué padre quiero ser muy probablemente respondería, uno que sepa educar en la amistad. Procuremos que nuestros hijos sean buenos amigos porque, si no lo son, les resultará más difícil ser Amigos de Dios.
ÁNGEL MONTIEL CRISTALINO
crescacoach@gmail.com

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