PRINCIPIO EJECUTIVO, LA PUNTUALIDAD
Comprendemos que el tiempo es un tema muy importante, incluso vital, y esto lo sabemos aunque no acertemos a definirlo correctamente ni entenderlo. Sabemos que de alguna manera está allí para nosotros y a veces decimos que está en contra de nosotros; así que hay una extraña y poderosa relación de este elemento con nuestra existencia, de hecho, éxitos y fracasos se miden también en relación con el tiempo.
Esta misteriosa relación con el tiempo encuentra absoluta y exclusiva utilidad para nosotros, no en función de algo que nos pueda proveer el tiempo sino en función de cuál es nuestra actitud ante las realidades y los acontecimientos, en cuánta es nuestra disposición al logro y en cuánto está asociada nuestra actividad a la profunda llamada orquestada en el Primer Mandamiento, tanto en la empresa como en la familia y en la sociedad. Se me ocurre que el apasionado San Agustin en su famosa frase "Ama y haz lo que quieras", seguramente tuvo en cuenta este asunto del tiempo tan importante también para él; de hecho, su "Tarde te amé..." pareciera tener mucho que ver con el tiempo. Aún así, como nos recuerda Jesús Manzanarez «… nos hemos olvidado de que el tiempo no es un recurso que podamos acumular, permutar o recuperar. Por eso, la expresión "no tengo tiempo" resulta un poco absurda, sólo tendría sentido si la decimos en nuestro "lecho de muerte"».
Considero que esta larga introducción ha sido necesaria para hablar sobre puntualidad aunque la puntualidad no sólo tiene que ver con el uso del tiempo. Tengo un muy buen amigo, de esos amigos muy cultos, el Dr. Vizcaya, que alguna vez me dijo “Si mañana en nuestro País fuésemos puntuales, mañana mismo tendríamos un País desarrollado”. He confiado plenamente en este aporte, lo he asumido como Principio Ejecutivo de mi Programa Atiende tu Liderazgo, y es que la puntualidad trae consigo la disminución de la incertidumbre que tanto agobia.
Habitualmente se entiende por puntualidad el respeto a la hora acordada para llegar a una reunión o al inicio del trabajo. Tal noción es correcta y resulta en comportarse como debe ser, pero aquí me voy a estar refiriendo a otros asuntos que tienen que ver con la puntualidad. Estos asuntos que tienen que ver con la puntualidad son todos pero abordaré sólo cuatro: la planificación, el prestar ayuda a los demás, el trato con Dios y hacer una evaluación del día al final del día.
La puntualidad comienza con saber qué debo hacer y saberlo significa tener a tiempo este conocimiento, digamos, ser puntual en adquirirlo. Por ejemplo, saber a tiempo que necesito capacitarme y saber cuándo capacitarme resulta vital. Saber en qué capacitarse forma parte más bien de la verdad. Ser puntual significa también, por supuesto, comenzar y terminar a tiempo dicha capacitación. Ciertamente esto tiene que ver con responsabilidad, pero es que la responsabilidad exige que se ejecuten las acciones oportunamente, puntualmente. Lograr tal grado de compromiso y resultados requiere, sin lugar a dudas, de planificación, la cual también debe ser realizada puntualmente para poder decir que se actúa responsablemente. Se trata entonces de utilizar la inteligencia para planificar en función de la verdad, la que para dejarse descubrir exige dedicarse a esta labor cuando corresponde porque, además, la experiencia habla de que al planificar a tiempo puede que se descubra algo del todo común, como es que los objetivos que se buscan deban modificarse o incluso cambiarse con la planificación, cosa supremamente importante. De qué serviría al paciente que se planifique su operación cuando ya es demasiado tarde, y veamos que no toda falta de planificación conlleva a tales fatales consecuencias pero en todas se presume un puntual momento de realización. Así que planificar ayuda a percatarse de cuándo y cómo iniciar cada parte del proceso y contribuye a realizarlo en ese momento; entonces, ser puntual no sólo para llegar e iniciar sino también para mantener y concluir.
Basta pensar en cuánto nos favoreció la ayuda que nos prestó alguna persona precisamente cuando la necesitábamos y por lo cual estamos agradecidos. Esto debería disponernos a prestarla en el momento que otro la necesita. Pero esta disposición necesariamente debe pasar por estar atentos y estar atentos requiere de puntualidad, de “mirar cuando le conviene” a esa persona que especialmente nos necesita. Conozco algunos que viven con un cierto pesar porque no llegaron con puntualidad a prestar la ayuda que alguien necesitaba, y no es que dejaran de hacerlo por mala fe sino que lo intentaron ya tarde. Y es que cuando avizoramos que alguna persona está necesitada de ayuda material, afectiva o profesional, lo mejor es fijar un momento oportuno para hablar con ella, de lo contrario no llegaremos a tiempo. Esta humana actitud debemos desarrollarla hasta convertirla en virtud, en hábito operativo bueno, e incluirla en la formación empresarial y sin duda acrecentarla en la educación familiar.
Es posible que alguno piense que hablar de Dios cuando se habla de trabajo parece fuera de lugar. Se entiende mejor hablar de Dios en relación con la familia, pero ahora incluso en las escuelas se encuentran bastante vedadas las expresiones referidas a Dios. Cuánto daño hace a la sociedad tener a Dios como si no existiera o como que si existe pero que poco o nada tiene que ver con la persona y la sociedad. Es posible que en ninguna otra época se haya tenido tanta necesidad como la actual de pensar y actuar inteligentemente para reconocer la relación entre Dios y el ser humano, entre fe y razón, entre mi persona y su amor. Pero como hablamos de puntualidad es necesario acotar que Dios es Persona, cosa que no sabemos o que no tenemos muy en cuenta, y Persona que quiere relacionarse amorosamente con nosotros personalmente precisamente por habernos creado, a cada uno por cierto. Siendo así, conviene conversar con Él de persona a personas y de persona a persona fijar un momento específico del día para hacerlo; por supuesto, un momento que nos convenga a nosotros y que podamos, en lo posible, respetar diariamente, es decir, utilizar ese magnífico momento, misterioso sin duda pero espléndido también, en cuanto a que Él interesadamente nos lo dispensa. De esta manera todas las vivencias laborales, familiares y sociales pueden adquirir para nosotros el más real y más productivo de los sentidos.
Por último, hablemos de lo que podría entenderse como el más inteligente de los momentos del día, me refiero al de repasar rápidamente a qué hemos dedicado nuestras actividades del día que está terminando, analizar cómo lo hicimos y con qué última intención lo hicimos: detallar qué nos mantuvo en el camino de la grandeza y qué nos desvió de él, con qué resultados en las manos concluye para nosotros del día y qué propósitos establecemos para el próximo día. Analicemos en ese momento cómo manejamos esa tendencia desfavorable que domina en nuestra vida, una especie de vicio dominante. A este momento deberíamos dedicarle 3 o 5 minutos a una hora específicamente establecida, tener en cuenta que no pasa nada si por cualquier razón algún día no hacemos esta evaluación, pero nuestro crecimiento depende de que seamos consistentes con el objetivo de esa hora y con la hora misma.
Notemos que todo lo dicho es aplicable tanto al trabajo como a la familia, y a los amigos, matizando lo necesario según cada ámbito o rol y sus circunstancias. En una persona puntual podremos ver valores de fondo que hablan de lo maravillosa que es la Creación y veremos también un espíritu de lucha alegre y esperanzada. Desarrollar la virtud de la puntualidad trae buenos frutos consigo porque está determinada por la verdad, la que nos hace libres.
Ángel Montiel Cristalino
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